"La Torre y las mujeres" de Felipe Alcaraz por Marisa Ruz


Marisa Ruz
Este no es un libro sobre las mujeres, sino con las mujeres. Ellas son las verdaderas protagonistas entre tanto autor. Rosalina, Elvira, Nieves, Luisa, Lilian, Merche, Sole, Aurelia, o Carmen Vargas...

Este es un libro al atardecer, como una reflexión definitiva ante la urgencia de un nuevo tiempo protagonizado por mujeres.

No hay un autor, son varios autores. Autores que más allá de su alter ego toman vida, son llamados a la presencia de ser autores o casi heterónimos que no terminan de abrirse un hueco entre las editoriales para publicar su propia obra. Personajes-autores que discrepan de la persona que les ha dado vida, de su "Pessoa", cual Alberto Caerio o Ricardo Reis, autores que reconocemos en Gaviero, Pruaño o Fernando Namorado. En ellos encontramos al narrador, al poeta, al músico, al pintor, al político...Y entre todos nos invitan a construir un universo heterogéneo y a veces contradictorio de sentimientos entre lo masculino y lo femenino, como sujetos revolucionarios.


Sentimientos que hablan de pasiones que se abandonan, resignación o resistencia, impotencia, soledad, o "macancoa" (término utilizado en Sanlúcar de Barrameda, para definir esa mezcla de tristeza y mala suerte). "No hay quién gobierne los sentimientos", se dice. Sentimientos que se arrastran frente a principios que levantan el discurso de las mujeres. Principios como libertad, alcanzada cuando una se reconoce sin dependencias; lealtad, que alimenta al grupo; complicidad necesaria y codificada; autodeterminación, para salir al mundo como mujeres, como sujetos activos de transformación. Sentimientos y principios que niegan en unos casos o reivindican el amor como motor de cambio; también en los espacios de lucha de poder (en los hombres) y desde el Contrapoder (en las mujeres).

"Yo no soy el poder", dice Gaviero en una reflexión desde la resistencia, desde la impotencia del que no ha logrado terminar una novela sobre mujeres. Mientras, justifica su universo emocional en el cobijo necesario de los objetos que toman vida, que alimentan su autoestima, y justifica sus relaciones sin tregua. También dice Gaviero "El Amor no es posible en el capitalismo", y lo analiza desde ese discurso hegemónico ligado a la propiedad, al objeto, a la dominación, y por tanto a la lucha permanente por el poder en el capitalismo. Es ahí donde se encuentra con el discurso de mujer; donde el amor aparece en necesaria construcción, desde la conciencia, la complicidad, la lealtad, la libertad, e identifica este amor como revolucionario.

Pero no nos engaña el autor en su contradicción, porque aunque niega ese amor, allí donde se vincula a la posesión de los objetos, se nos rinde ante el amor sin condiciones por animales que son de otros, a los describe a vuela pluma, como una pincelada de color; y aparecen en el libro (todos con sus nombres, femeninos, por cierto): el gato Cuca, las perras Luna, o India... Animales que no son suyos, que no le pertenecen pero que de una manera u otra aparecen en el paisaje de su vida y lo llenan de luz. Como en ese libro de Takashi Hiraide "El gato que venía del cielo", donde el gato de los vecinos llena de amor y sentido a una pareja que no es su dueña. Cuestiona el vinculo amor y dominio.

Sentía Gaviero la impotencia de no haber logrado terminar una novela sobre mujeres, de las mujeres solas o entre ellas. Quizás por eso, este tampoco es un libro sobre las mujeres, sino con las mujeres. Ellas son las verdaderas protagonistas entre tanto autor. Rosalina, Elvira, Nieves, Luisa, Lilian, Merche, Sole, Aurelia, o Carmen Vargas... Y no es un libro de feminismo, sino un libro por el feminismo. Por eso son ellas las que toman la palabra. Y dicen " Un hombre no puede ser feminista, es otra cosa". Y desde el respeto y la admiración profunda del autor sitúa a esas mujeres en el paisaje de una mecedora, desde la confianza de su balanceo histórico entre la paciencia y la esperanza. Es una llamada al feminismo desde la fuerza y la lucha de las mujeres; a tomar protagonismo frente al capitalismo y al estado patriarcal. Pero no solo "como una demanda sindical", sino desde el feminismo en la complicidad y la conciencia de sí, de la autodeterminación. Desde el contrapoder, desde el lenguaje clandestino que las amarra. Y se recrea en un hermoso pasaje de las cigarreras de Sevilla, al ser conscientes y descubrir su fuerza colectiva.

Unión para salir al frente, de mujeres que no se hacen las víctimas aunque lo sean (del Estado, de sus parejas, de sus familias); mujeres que no renuncian a los sentimientos de amor, solidaridad, lealtad, afecto; mujeres que se reconocen como sujetos activos de la revolución necesaria contra el silencio y la invisibilidad, mujeres anticapitalistas. Concluyen: "Todo acto de amor, es un acto de ruptura con el mercado". Mujeres que nos invitan a salir del espacio amable del hogar, modositas y calladas. Mujeres que son pueblo reivindicando libertad, protagonismo, como motor de cambio.

El feminismo no es una lucha pasajera, no puede ser un titular silenciado en el olvido de las noticias de mañana. El feminismo se nos presenta como urgencia. Ese feminismo que no interesa al patriarcado, al sistema que nos prefiere dóciles y sumisas. El feminismo de la conciencia que se levanta, organiza y lucha. Y nos recuerda que "La historia no espera a nadie. No puedes darle al sujeto de cambio un número como el que espera en la cola del pescado su turno". Ya no vale la paciencia, nos va la vida en ello, compañeras. 



Escrito por Marisa Ruz 

Concejala en Castro del Río
Diputada Provincial
Delegada de Cultura Córdoba
 


Publicado en Mundo Obrero. Edición digital