Pensamiento Crítico
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Esta acusación, sin embargo, deliberadamente ignora la situación actual en la que se encuentra España, caracterizada por una gran crisis de legitimidad del Estado que resultó de la transición inmodélica que tuvo lugar en este país, pasando de una dictadura (de las más crueles y reaccionarias que hayan existido en Europa) a una democracia muy limitada, con escasa sensibilidad social (todavía hoy España tiene uno de los gastos públicos sociales por habitante más bajos de la UE-15, el grupo de países dentro de la UE de semejante nivel de desarrollo económico al español), y con una visión uninacional y radial del Estado español centrado en la capital del reino (capital que tiene poco que ver con el Madrid popular). Sé que esta última observación referente al grado de centralismo del Estado español despertará toda una serie de protestas, alegando que “España es uno de los países más descentralizados de Europa”, o como también se ha dicho que “España es ya en la práctica un Estado federal”. Ya he escrito mostrando evidencias empíricas que cuestionan tales argumentos, evidencias que aparecen diariamente, siendo el último caso la revocación de la ley aprobada por el Parlament de Catalunya prohibiendo las corridas de toros en aquella Comunidad Autónoma. He vivido a lo largo de mi vida en varios países federales, incluido EEUU, donde actos como este serían inimaginables por parte del Estado federal.
Las grandes deficiencias del Estado español inmodélico han aparecido durante la Gran RecesiónLas deficiencias de este Estado democrático, resultado del dominio que las fuerzas conservadoras, que controlaban el Estado dictatorial, tuvieron en el proceso de transición, han aparecido con toda intensidad durante estos años de crisis. La Gran Recesión (que para millones de españoles ha sido la Gran Depresión) ha creado un enorme problema social, consecuencia de la aplicación de políticas neoliberales por parte de los gobiernos Zapatero y Rajoy, que han originado un marcado descenso de la calidad de vida de las clases populares, problema que ha agudizado e intensificado el problema nacional (mal llamado problema territorial), con la intensificación a lo largo del territorio español de los procesos de centralización e imposición de la uninacionalidad del Estado español. Tales problemas –el social y el nacional– han adquirido mayor intensidad durante el gobierno del PP (heredero de las fuerzas políticas que controlaron el Estado dictatorial), que ha llevado a cabo políticas neoliberales que han dañado el bienestar de las clases populares de los distintos pueblos y naciones de España, y que ha recentralizado el Estado, mostrando una gran hostilidad hacia la plurinacionalidad del país (estimulando con ello el deseo de secesión por parte de las naciones “periféricas”).
Era, pues, lógico y predecible que las nuevas fuerzas emergentes como Podemos, la renovada IU y las nuevas izquierdas en la “periferia” (Catalunya, País Vasco, Galicia, Valencia y Baleares) fueran anti Estado neoliberal y anti Estado uninacional, creándose una visión alternativa de una España más justa, solidaria y plurinacional, una visión que, por cierto, había sido apoyada históricamente por todas las fuerzas democráticas progresistas que lucharon contra el fascismo (incluyendo el PSOE). Este Estado central, que es percibido por tales fuerzas emergentes como corrupto, opresivo, insensible a las necesidades de las clases populares, y hostil hacia el reconocimiento de la plurinacionalidad de España, está en profunda crisis.
Las elecciones de 2015: ¿por qué el PSOE nunca consideró que había una alternativa posible liderada por las izquierdas?Las elecciones del 2015 hubieran permitido iniciar un cambio, tanto en la dirección de resolver el tema social como en la dirección de resolver el tema nacional, pues ambos problemas están relacionados y, por lo tanto, sus soluciones también deben estar relacionadas. No es casualidad que en España las fuerzas más reaccionarias, conservadoras y neoliberales (fuerzas herederas directa o indirectamente del franquismo), responsables de las políticas neoliberales que han causado un gran daño a las clases populares, sean también las mayores defensoras del uninacionalismo. Sumando PSOE, Podemos, IU, En Marea, En Comú Podem y Compromís junto con PNV, CDC, ERC y Bildu, habría sido posible establecer una alternativa (estando a favor unos, absteniéndose otros) liderada por el PSOE y por Podemos, en alianza este último con Izquierda Unida.
El PSOE, sin embargo, nunca consideró esta alternativa, que hubiera permitido iniciar un cambio fundamental de régimen en la dirección de aquella España deseada, más democrática, más justa, más solidaria y plurinacional. El aparato del PSOE y los barones de siempre (incluyendo sus dirigentes pasados, los Sres. Felipe González, Alfredo Pérez Rubalcaba y José Luis Rodríguez Zapatero), dirigidos por la Presidenta de la Junta de Andalucía, la Sra. Susana Díaz, se opusieron frontalmente a este cambio, utilizando una vez más el eslogan de “salvar la unidad de España”, el eslogan del nacionalismo españolista, el nacionalismo más poderoso y asfixiante de los que existen en España, nacionalismo que siempre ha utilizado este eslogan para defender el statu quo económico y social de España. En realidad, el aparato del PSOE nunca consideró seriamente la posibilidad de aliarse con Podemos, desestimando la oferta que hizo Podemos inmediatamente después de realizarse las elecciones del 2015. Predeciblemente, tanto el PSOE como El País maliciosamente acusaron a Pablo Iglesias y a Podemos de interesarles solo los sillones del poder, cuando la oferta de alianza y coalición no podía ser más clara y transparente.
En su lugar, la dirección del PSOE intentó y consiguió establecer un pacto con Ciudadanos (el cual deseaba establecer una gran coalición PP-PSOE-Ciudadanos), y una vez establecido tal pacto (PSOE-Ciudadanos) invitaron a Podemos a que, de manera subsidiaria, ofreciera su apoyo al establecimiento de un gobierno alternativo bajo la hegemonía de aquellas dos fuerzas, el PSOE y Ciudadanos (máximo exponente, este último, del neoliberalismo y del uninacionalismo). Es difícil de creer que las direcciones de ambos partidos –el PSOE y Ciudadanos– creyeran que Podemos podría aceptar estos términos (y según testimonios de participantes en la reunión del PSOE con Ciudadanos y Podemos, era clara la hostilidad de los segundos contra los terceros). Aceptarlos hubiera supuesto un enorme coste a Podemos, pues el elemento definitorio de tal partido político era un amplio movimiento en que su programa económico-social y su programa nacional (claramente a favor de la plurinacionalidad de España) son precisamente los opuestos a los sostenidos por Ciudadanos y también por los barones del PSOE, todavía anclados en las políticas económicas neoliberales y en su visión uninacional de España. La aceptación por parte de Podemos del pacto y del gobierno PSOE-Ciudadanos hubiera podido significar una rebelión dentro de las nuevas izquierdas en la “periferia”. Y esto el PSOE y Ciudadanos lo sabían. De ahí que cuando el PSOE y Ciudadanos hicieron la invitación a Podemos de apoyar el Pacto, sabían que era prácticamente imposible que Podemos aceptara hacer posible aquel gobierno alternativo a Rajoy basado en una coalición PSOE-Ciudadanos que reproducía el frente neoliberal y uninacional que hubiera hecho imposible el inicio de un cambio de políticas económicas y sociales, y el fin del desbloqueo del tema nacional.
Una alternativa al gobierno Rajoy (basada en una coalición que hubiera permitido un gobierno con mayor conciencia social y deseo de redefinición de España), sin embargo, era posible. Ahora bien, a Pedro Sánchez los intereses económicos y financieros (liderados por el IBEX-35) y los grupos mediáticos conservadores y/o neoliberales que ejercen una enorme influencia sobre el PP y el PSOE (los dos partidos que habían gobernado España, producto de la inmodélica Transición) nunca le permitieron aliarse con Podemos para explorar tal alternativa, que hubiera podido iniciar un cambio urgente y necesario en el tema social (rompiendo con las políticas de austeridad) y desbloquear el tema nacional, iniciándose un diálogo con los “nacionalismos periféricos”.
Otras alternativas eran también posibles en 2016Y una situación semejante apareció después de las elecciones del 2016. Ni que decir tiene que la formación de una alternativa hubiera sido más difícil que en 2015. Pero, aunque más difícil, era posible, puesto que además de la alianza del PSOE con Unidos Podemos, se podría haber obtenido el apoyo de varios partidos nacionalistas vascos y catalanes que habían indicado su apoyo (bien por activa, bien por pasiva) para permitir formar un gobierno alternativo al gobierno Rajoy. El continuo argumento utilizado por El País de que los números no salían fue una mera excusa para no explorarla.
De ahí que debería estar claro que fueron los barones (las figuras históricas) y parte del aparato del PSOE los que se opusieron a tal alternativa que hubiera cambiado el rumbo de España, tanto en lo social como en lo nacional, en dirección contraria a la que ellos deseaban. Su argumento de que no querían tener, por el bien de España, unas nuevas elecciones, era utilizar “la patria” (como siempre habían hecho antes las derechas) para defender sus intereses, intereses que hubieran sido afectados muy negativamente, al pasar probablemente el PSOE a un tercer puesto en la carrera electoral, siendo sobrepasados por Unidos Podemos, que era lo último que el aparato del PSOE, figuras históricas y los barones, querían ver.
Una última observación: ¿Por qué ha tardado tanto que Pedro Sánchez reconociera lo que era obvio?Escribí este artículo este domingo por la tarde, antes de escuchar la entrevista de Jordi Évole a Pedro Sánchez en el programa “Salvados”. Y tengo que reconocer que ver la entrevista me creó una sensación de alegría y esperanza por un lado, pero también de tristeza y frustración por el otro. Por una parte, es de agradecer que, por fin, el que fue Secretario General del PSOE, confirmara lo que era evidente, y que yo había escrito en este artículo antes de que escuchara sus declaraciones: el que no hubiera un gobierno alternativo, ni en 2015 ni en 2016 era la oposición de la estructura de poder económico-financiero-mediático y político a que el PSOE se aliara con Podemos para establecer un gobierno alternativo, liderado por las izquierdas, gobierno que hubiera iniciado los cambios que este país necesita como el aire que respira, y que incluya políticas de expansión en lugar de austeridad, con pleno desarrollo de su Estado del Bienestar, alcanzando el nivel de bienestar que su riqueza económica permite (el gasto público social continúa siendo uno de los más bajos de la UE-15) con reestructuración de su estructura industrial y energética, facilitando un mayor rol del sector público, en unas políticas que lleven a alcanzar el pleno empleo, no a base de la reducción de salarios y precariedad, sino a base de un buen empleo, siguiendo políticas de redistribución de la propiedad y de las rentas impidiendo su concentración, lo cual ha ocurrido en España a un coste elevadísimo a su sistema democrático, como muestra la excesiva influencia política y mediática de los sectores que concentran tal riqueza y que han imposibilitado el establecimiento de un gobierno alternativo que por mera lógica democrática hubiera reducido (y a ser posible, eliminado) su influencia claramente antidemocrática (pues nadie los ha elegido).
Las declaraciones de Pedro Sánchez confirman lo que era fácil de ver. Ha ocurrido un “golpe de Estado civil” en el que grupos financieros, económicos y mediáticos han imposibilitado (utilizando medios antidemocráticos que incluyen la manipulación, desinformación, mentira y represión intelectual) vetando una alternativa progresista al gobierno más corrupto y reaccionario hoy existente en la UE-15. Y el aparato del PSOE, las figuras históricas y gran parte de los barones liderados por Susana Díaz, han sido cómplices ejecutores de tal golpe de Estado civil. La lástima, una enorme lástima es que a Pedro Sánchez le ha faltado la valentía (que ha mostrado ahora) para haber hecho estas declaraciones mucho antes. Si ello hubiera ocurrido, es probable que la era Rajoy hubiera ya terminado. Así de claro.
Vicenç Navarro
Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra
Publicado en Diario Público.es