Antonio Maíllo (Lucena, 1966) es un político atípico, que ha compaginado su profesión de maestro de latín y griego – siempre fascinado por el empoderamiento del lenguaje - con su actividad política. Como señala durante la entrevista, "la lucha contra la profesionalización de la política ha de ser una batalla central de la izquierda" puesto que "la figura del profesional de la política es un obstáculo objetivo a los procesos de transformación".
Ese compromiso con la responsabilidad cívica y la certeza de que "ser de izquierdas implica un sentido del deber", le llevó, como confiesa entre risas y con cierto rubor a Pablo Iglesias, a perderse un acto histórico como fue el entierro de la Pasionaria por estudiar las oposiciones. "Ser un buen militante de izquierdas yo lo identificaba también con ser un buen estudiante", zanja Maíllo.
A pesar de su temprana adhesión a Izquierda Unida, no fue hasta diez años después cuando se decide a ingresar en el Partido Comunista. Lo hace en Sanlúcar de Barrameda, lugar que con una tradición comunista muy importante, con las Juntas Democráticas, con las huelgas del campo de los años 70 y la lucha antifranquista, influyó mucho en la toma de su decisión: "Yo no me afilio por un proceso intelectual, sino por un reconocimiento a trayectorias ejemplares", señala Maíllo. "Lo mejor de la tradición comunista está en sus bases no en su nomenclatura", añade.
Sobre el papel de Izquierda Unida en los años de cogobierno con el PSOE en Andalucía, Maíllo hace una lectura ambivalente. Por un lado señala que "hubo una voluntad sincera de entrar para transformar y modificar determinadas políticas". Por otro, y aunque indica no haberlo dicho nunca públicamente, reconoce que "hubo un cierto interés en algunas élites de vender el pacto con el PSOE como una decisión táctica cuando ellos lo sentían como una decisión estratégica". Las limitaciones objetivas del pacto se evidenciaron durante la gestión de la crisis de la Corrala Utopía, que supuso un punto de inflexión en el que quedó claro que "el PSOE nunca puede ser un elemento de transformación".
Como dirigente de la federación andaluza de Izquierda Unida, Maíllo, señala que el futuro del partido pasa necesariamente por "recuperar la vocación de mayorías" y "de ruptura" que caracterizó la etapa de Julio Anguita, y no "adocenarse" ni convertirse en "la izquierda del sistema".
Sobre el papel de Izquierda Unida en los años de cogobierno con el PSOE en Andalucía, Maíllo hace una lectura ambivalente. Por un lado señala que "hubo una voluntad sincera de entrar para transformar y modificar determinadas políticas". Por otro, y aunque indica no haberlo dicho nunca públicamente, reconoce que "hubo un cierto interés en algunas élites de vender el pacto con el PSOE como una decisión táctica cuando ellos lo sentían como una decisión estratégica". Las limitaciones objetivas del pacto se evidenciaron durante la gestión de la crisis de la Corrala Utopía, que supuso un punto de inflexión en el que quedó claro que "el PSOE nunca puede ser un elemento de transformación".
Como dirigente de la federación andaluza de Izquierda Unida, Maíllo, señala que el futuro del partido pasa necesariamente por "recuperar la vocación de mayorías" y "de ruptura" que caracterizó la etapa de Julio Anguita, y no "adocenarse" ni convertirse en "la izquierda del sistema".
SARA SERRANODiario público.es