Somos herederos y herederas de la Andalucía del 4 de Diciembre y del 28 de Febrero. El 4D de ayer nos recuerda al 15M de hoy: un golpe al tablero que fue capaz de modificar los cimientos del Estado que pretendían imponer unos pocos de espaldas a la gente. A día de hoy, hay quienes intentan apropiarse del irrepresentable 15M, igual que ayer hubo quienes desnaturalizaron políticamente el 4D y el 28F.
Heredamos el patrimonio constitucional ciudadano andaluz que ahora transferiremos al proceso constituyente. Ése es el compromiso de nuestras congresistas, senadoras y senadores, trabajar por la soberanía política de nuestra tierra. Porque nuestra memoria es la memoria de una nacionalidad con nombre propio y con capacidad de hacer grandes cambios: Andalucía. Por eso, somos garantes de la identidad política y cultural de Andalucía.
La identidad política andaluza que emergió en la transición sigue viva para ver resueltos los dos problemas más graves que se vienen arrastrando desde siglos: las enormes desigualdades sociales y el atraso económico.
En Andalucía tenemos memoria y tenemos sensibilidad. Todo proyecto de futuro requiere estas dos patas del pasado y el presente. Lo sabe la gente que levanta esta tierra cada día con su esfuerzo y se toma muy en serio sus sueños.
Las andaluzas y los andaluces tenemos memoria y nos sabemos pueblo. Millones de personas reclamaron pacíficamente su derecho a ser sujetos políticos en la primera transición, reclamaron una Andalucía como la que más. El 4 de diciembre de 1977 en la calle y el 28 de febrero en las urnas, pasando por las cláusulas infames del artículo 151 de la Constitución, conseguimos ejercer nuestro derecho a decidir. Ese día rompimos el acuerdo de la «oligarquía» acerca del modelo autonómico. Ese día rechazamos el diseño de futuro propuesto por las élites del momento: desigualdad territorial, derechos nominales, asimetría en su ejercicio. Ese día Andalucía nació como unidad política federable, y la gente dijo alto y claro dos cosas: que no hay democracia sin pueblo, que no hay pueblo sin Andalucía.
Las andaluzas y los andaluces sabemos lo que sentimos, pues sentimos en nuestra piel la combinación incalificable de crisis económica, políticas de austeridad para la mayoría y gestión pública ineficaz. Y lo hemos sufrido más que nadie porque ya éramos agraviados en el escenario previo a la estafa económica que han llamado “crisis”. En 1981 el PIB per cápita era el 74 % de la media española y hoy es el 73 %. La brecha se mantiene.
En el nuevo contexto social de aumento de precariedad, desigualdad e individualización del riesgo, aumenta nuestra desventaja. El modelo de las políticas agrarias europeas por un lado y el de la ley del suelo de Aznar por otro, se tradujo en Andalucía en un crecimiento insostenible dependiente de instituciones financieras que fueron cómplices necesarios de la formación de la burbuja inmobiliaria y consolidaron un sistema corrupto que sólo perseguía beneficios a corto plazo, hipertrofiando el sector inmobiliario y provocando un aumento exponencial de la desigualdad, un enorme déficit democrático y un deterioro de nuestros recursos naturales más preciados. Una cuarta parte de los hogares en Andalucía tiene mucha dificultad para llegar a fin de mes y la pobreza afecta ya a 4 de cada 10 personas.
Duele saber que hoy somos una comunidad más desigual, con la tasa de desempleo más alta de España y con unos municipios que no encuentran vías de financiación de sus programas de emergencia social o de desarrollo por culpa de la reforma local aprobada al calor del artículo 135 de la Constitución, reformado a dos manos por PSOE y PP.
Hace falta conjugar voluntad, sensibilidad y memoria para construir un nuevo modelo de desarrollo que tenga en su base la educación y en su cúspide la investigación, el desarrollo y la innovación (I+D+i) también en una industria andaluza y que nos permita adquirir soberanía económica, también desde el punto de vista financiero. Un modelo que recupere la soberanía sobre sus recursos productivos, incluyendo cuestiones clave para Andalucía como la soberanía energética para poner en valor las capacidades productivas a través de las energías renovables, y la soberanía alimentaria que incluye una transición ecológica en el modelo agroalimentario andaluz en el contexto de una economía circular. Un modelo que fortalezca los sistemas de protección social y que garantice, en definitiva, el trabajo digno. Porque debemos y podemos salir del peligroso bucle de la desigualdad creciente. Es preciso frenar la precarización de la vida y la exclusión. Andalucía está por el sostenimiento de la vida digna porque ser andaluz es defender nuestro Estado de Bienestar. Van en contra de Andalucía quienes recortan los servicios públicos fundamentales.
Andalucía va a ser una comunidad de cuidados en todos los sentidos, por eso quienes atentan de esta manera contra la matria andaluza, no entienden que nuestra razón de ser es esta comunidad porque tampoco alcanzan a reconocer el valor de la rica diversidad de saberes y prácticas feministas presentes en Andalucía.
Nuestro compromiso es claro: somos garantes de la voluntad popular de constituir Andalucía como sujeto político federable, respetando el rango constitucional de su norma fundamental. El próximo 26 de junio en el Congreso y el Senado, con memoria, trabajo y esperanza, Andalucía puede tomar el liderazgo en la configuración del futuro modelo territorial. No puede haber articulación territorial de España sin tener presente a Andalucía en un marco de suficiencia financiera en el modelo de financiación autonómica, dirigido a la salvaguarda y desarrollo de las competencias escritas en nuestro Estatuto de Autonomía.
Lo diremos cuantas veces sea necesario: Andalucía como la que más. Trabajaremos para establecer un nuevo marco de autogobierno que permita poner a Andalucía en el puesto que merece. La segunda transición española pasa por una nueva transición andaluza desde la autonomía conquistada a la autonomía por conquistar: necesitamos más que nunca el patrimonio simbólico, cultural y político del 4D y el 28F, porque eso es patrimonio del pueblo andaluz. Andalucía será dueña de su futuro cuando sea una sociedad dueña de su presente.
Esta sensibilidad y esta memoria, la esperanza de la ciudadanía andaluza de ver respetado su patrimonio constitucional y cumplidos sus derechos legítimos, sólo cobrará fuerza constructiva para la vida en común cuando sea defendida en la calle y en los parlamentos como una convicción viva. Nos ponemos al servicio de esta sensibilidad y esta memoria que dota a Andalucía de identidad y capacidad. Es la hora de convertir la identidad andaluza en poder andaluz, la sensibilidad en conciencia, la memoria en país. En Unidos Podemos POR ANDALUCÍA, el respeto a estas convicciones constituye una exigencia añadida a nuestros representantes.
Las personas que hoy SÍ nos representan en el Congreso y en el Senado POR ANDALUCÍA se comprometen por y con su pueblo, y así lo manifestarán públicamente con la libertad, la identidad, la capacidad y la solidaridad de andaluzas y andaluces por los pueblos y la humanidad.