La ciudadanía, los parlamentos, los gobiernos, Estados enteros se ven despojados de toda autoridad sobre sus opciones económicas, puestas en manos de organismos controlados por transnacionales y grupos financieros que violan los derechos de los trabajadores, las exigencias de la protección del medioambiente y las exigencias de la seguridad en materia de alimentación, destruyendo a la vez los servicios públicos y los bienes de la comunidad. Es por eso que hay que rechazar la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (TTIP, siglas en inglés), que Estados Unidos y la Unión Europea están negociando en el mayor secreto.
A las razones anteriormente mencionadas se unen además otras, de las que nadie habla prácticamente nunca: las razones de carácter geopolítico y geoestratégico, que revelan la existencia de un proyecto mucho más amplio y amenazante. El propio embajador de Estados Unidos ante la Unión Europea insiste en que «hay esenciales razones geoestratégicas para concluir ese acuerdo».
Esas razones tienen mucho que ver con lo que indica el Consejo Nacional de Inteligencia de Estados Unidos cuando prevé que «como consecuencia del declive de Occidente y del ascenso de Asia, de aquí a 2030 los Estados en vías de desarrollo habrán sobrepasado a los Estados desarrollados». Es por eso que Hillary Clinton define la asociación entre Estados Unidos y la Unión Europea como «un objetivo estratégico importante de nuestra alianza transatlántica», proyectando una «OTAN económica» que se integraría a la OTAN política y militar.
Es claro el proyecto de Washington: llevar la OTAN a una fase superior, creando un bloque político, económico y militar EEUU/UE, siempre bajo las órdenes de Estados Unidos, que –junto con Israel, las monarquías del Golfo y otros países– se opone al área euroasiática en ascenso –ascenso basado en la cooperación entre Rusia, China– al igual que a los países del grupo BRICS [Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica], a Irán y a cualquier otro Estado que se sustraiga a la dominación de Occidente.
El primer paso hacia la realización de ese proyecto fue la creación de una fractura entre la Unión Europea y Rusia. En julio de 2013, se abrieron en Washington las negociaciones sobre el TTIP, cuyo avance encuentra muchas dificultades debido a la existencia de intereses contrastantes entre Estados Unidos y las mayores potencias europeas, a las que Rusia ofrece ventajosos acuerdos comerciales. Seis meses más tarde, en enero-febrero de 2014, el putsch de la plaza Maidan, organizado en Ucrania por Estados Unidos y la OTAN, inicia la reacción en cadena (ataques contra los rusos de Ucrania, separación de Crimea y regreso de esa península a Rusia, inicio del proceso de sanciones y contrasanciones) que reinstala en Europa un clima de guerra fría.
Al mismo tiempo, los países miembros de la Unión Europea se ven sometidos a la presión de flujos migratorios provocados por las guerras desatadas por Estados Unidos y la OTAN (contra Libia y Siria), guerras en las que participaron esos países europeos, y por los ataques terroristas del Emirato Islámico (surgido de esas mismas guerras).
En esta Europa dividida por «muros de contención» de los flujos migratorios, donde actualmente se propaga la sicosis por el estado de sitio, Estados Unidos está iniciando la mayor operación militar desde el fin de la guerra fría, con el despliegue en las fronteras con Rusia de cazabombarderos y navíos de guerra capaces de portar armas nucleares.
Bajo el mando de Estados Unidos, la OTAN –que cuenta entre sus miembros 22 de los 28 países miembros de la Unión Europea– intensifica la realización de ejercicios militares (más de 300 en 2015), principalmente en el frente oriental. Todo ello favorece el proyecto de Washington tendiente a la creación de un bloque político, económico y militar EEUU-UE. Ese proyecto goza del respaldo incondicional de Italia, así como el de los países de Europa oriental, más cercanos a Estados Unidos que a la Unión Europea.
Las mayores potencias europeas, principalmente Francia y Alemania, todavía están negociando. Pero mientras tanto van integrándose cada vez más a la OTAN. El parlamento francés adoptó, el 7 de abril de 2016, un protocolo que autoriza la instalación de centros de mando y de bases de la OTAN en suelo francés, algo que Francia había rechazado en 1966. Y Alemania, según reporta Der Spiegel, está dispuesta a enviar tropas a Lituania para reforzar el despliegue de la OTAN en los países bálticos, vecinos de Rusia.
Alemania –también lo informa Der Spiegel– se prepara también para instalar una base aérea en Turquía, donde ya operan varios aviones de guerra Tornado alemanes, oficialmente contra el Emirato Islámico, fortaleciendo así el despliegue de la OTAN en esta zona de primera importancia estratégica.
La creciente integración de Francia y Alemania a la OTAN, bajo el mando estadounidense, indica que, ante los intereses divergentes (en particular sobre las costosas sanciones económicas contra Rusia), están prevaleciendo las «razones geoestratégicas» del TTIP.
Manlio Dinucci | Fuente: www.voltairenet.org
Publicado en laRepublica.es