Este domingo la policía macedonia ha utilizado gas lacrimógeno y materiales antidisturbios contra más de 500 personas concentradas en el límite del campo de refugiados de Idomeni, según informa Reuters. El gas lacrimógeno penetró también en el campamento, donde la ONG Médicos Sin Fronteras denunciaba, a través de cuenta en Twitter, haber atendido a unas 300 personas heridas, incluyendo 30 menores y mujeres embarazadas. Sólo en el campamento de Idomeni, se hacinan unas 12.000 personas en condiciones de vida infrahumanas, un total de 34.000 personas en toda Grecia.
Las imágenes de la jornada capturan a un joven lanzando una piedra contra cascos y escudos, que no llega a las botas. "Hoy, o atravesamos la valla, o moriremos" recoge RT. La concentración fue disuelta con el empleo de materiales antidisturbios: gases lacrimógenos, pelotas de goma, cañones de agua y granadas de aturdimiento.
Según declaraciones de José Hulsenbek, jefe de misión de MSF en Grecia, “Dos pacientes jóvenes reportaron haber sido retenidos junto con otras diez personas, y haber sido golpeados durante una hora por la policía. Más de treinta pacientes recibieron atención psicológica por estar en estado de shock. Siete personas que presentaban heridas abiertas o fracturas sospechosas fueron remitidos a un hospital local”.
El éxodo humano que huye de la guerra es víctima en nuestras fronteras de una Unión Europea situada en la ilegalidad más absoluta, impulsora y firmante de un acuerdo ominoso por el que paga a Turquía para quitarse de encima la carga, la carga humana. Europa pagará a un país no seguro con ese propósito, y de lo que ocurra después se desentiende. La historia de quienes huyen a Europa está plagada de atrocidades: 10.000 menores desaparecidos, mujeres violadas como precio de pasaje, enfermedad, hambre y frío hasta llegar al campo de Idomeni, hasta su expulsión a la muerte. Sin embargo, el incidente del domingo supone un cambio sustancial en el comportamiento de la UE, la diferencia que encontramos entre el delito de omisión del deber de socorro y la agresión activa.
No ha sido suficiente con renegar y traicionar toda la legalidad al respecto cerrando nuestras puertas a quienes huyen de una guerra, tampoco ha sido suficiente dejarlos hacinados en crueles campamentos desprovistos de todo lo necesario para la vida humana, ni expulsarlos de manera masiva, como tampoco el hecho de hacerlo hacia Turquía, un territorio calificado como “no seguro” en materia de Derechos Humanos. En este desgraciado domingo, la Unión Europea ha emprendido un camino extremadamente peligroso, no sólo para los y las refugiadas sino para todos/as los que gozamos de la condición humana, cuyo reconocimiento ha sido puesto en duda tras los sucesos violentos en la frontera entre Grecia y Macedonia.
La solemne Declaración Universal de Derechos Humanos nació de la devastación, de los horrores y la violación sistemática de los derechos humanos durante la Segunda Guerra Mundial. Los documentos, pactos y protocolos relacionados con los Derechos Humanos responden a la necesidad de contar con principios universales de validez perdurable. Después de todo, sí nos afecta directamente.
La UE y, por extensión sus estados miembros, han roto toda frontera de legalidad en DDHH, aquellos dispuestos, firmados y ratificados –también en el caso español- en todas las normas pertinentes de derechos humanos como son la Carta Internacional de Derechos Humanos, la Convención de 1951 o la resolución de las Naciones Unidas sobre derechos humanos y éxodos en masa del año 2000, entre otros.
Desarticular el camino del acuerdo, romper los pactos internacionales que expresan y salvaguardan los Derechos Humanos, sólo puede traernos desgracia colectiva. Es absolutamente necesario que organizaciones y colectivos sociales, así como todas las personas que vivimos en este monstruo que respira y brama, exijamos por todos los cauces y vías disponibles el cumplimiento invariable e inapelable de los Derechos Humanos sin más dilación. Nadie, absolutamente nadie quiere vivir en un territorio que vulnera estas cuestiones. Si los DDHH dejan de ser válidos en la Unión Europea, como habitantes de un estado miembro descubriremos amargamente que los derechos humanos, se basan en el principio de la "dignidad intrínseca" de todas las personas. Esa dignidad y los derechos a la libertad y la igualdad que se derivan de ella son indisputables.
Según declaraciones de José Hulsenbek, jefe de misión de MSF en Grecia, “Dos pacientes jóvenes reportaron haber sido retenidos junto con otras diez personas, y haber sido golpeados durante una hora por la policía. Más de treinta pacientes recibieron atención psicológica por estar en estado de shock. Siete personas que presentaban heridas abiertas o fracturas sospechosas fueron remitidos a un hospital local”.
El éxodo humano que huye de la guerra es víctima en nuestras fronteras de una Unión Europea situada en la ilegalidad más absoluta, impulsora y firmante de un acuerdo ominoso por el que paga a Turquía para quitarse de encima la carga, la carga humana. Europa pagará a un país no seguro con ese propósito, y de lo que ocurra después se desentiende. La historia de quienes huyen a Europa está plagada de atrocidades: 10.000 menores desaparecidos, mujeres violadas como precio de pasaje, enfermedad, hambre y frío hasta llegar al campo de Idomeni, hasta su expulsión a la muerte. Sin embargo, el incidente del domingo supone un cambio sustancial en el comportamiento de la UE, la diferencia que encontramos entre el delito de omisión del deber de socorro y la agresión activa.
No ha sido suficiente con renegar y traicionar toda la legalidad al respecto cerrando nuestras puertas a quienes huyen de una guerra, tampoco ha sido suficiente dejarlos hacinados en crueles campamentos desprovistos de todo lo necesario para la vida humana, ni expulsarlos de manera masiva, como tampoco el hecho de hacerlo hacia Turquía, un territorio calificado como “no seguro” en materia de Derechos Humanos. En este desgraciado domingo, la Unión Europea ha emprendido un camino extremadamente peligroso, no sólo para los y las refugiadas sino para todos/as los que gozamos de la condición humana, cuyo reconocimiento ha sido puesto en duda tras los sucesos violentos en la frontera entre Grecia y Macedonia.
La solemne Declaración Universal de Derechos Humanos nació de la devastación, de los horrores y la violación sistemática de los derechos humanos durante la Segunda Guerra Mundial. Los documentos, pactos y protocolos relacionados con los Derechos Humanos responden a la necesidad de contar con principios universales de validez perdurable. Después de todo, sí nos afecta directamente.
La UE y, por extensión sus estados miembros, han roto toda frontera de legalidad en DDHH, aquellos dispuestos, firmados y ratificados –también en el caso español- en todas las normas pertinentes de derechos humanos como son la Carta Internacional de Derechos Humanos, la Convención de 1951 o la resolución de las Naciones Unidas sobre derechos humanos y éxodos en masa del año 2000, entre otros.
Desarticular el camino del acuerdo, romper los pactos internacionales que expresan y salvaguardan los Derechos Humanos, sólo puede traernos desgracia colectiva. Es absolutamente necesario que organizaciones y colectivos sociales, así como todas las personas que vivimos en este monstruo que respira y brama, exijamos por todos los cauces y vías disponibles el cumplimiento invariable e inapelable de los Derechos Humanos sin más dilación. Nadie, absolutamente nadie quiere vivir en un territorio que vulnera estas cuestiones. Si los DDHH dejan de ser válidos en la Unión Europea, como habitantes de un estado miembro descubriremos amargamente que los derechos humanos, se basan en el principio de la "dignidad intrínseca" de todas las personas. Esa dignidad y los derechos a la libertad y la igualdad que se derivan de ella son indisputables.