Entrevista a la diputada Izquierda Unida-Unidad Popular Sol Sánchez




Sol Sánchez (Madrid, 1970) es socióloga y antropóloga, presidenta de Attac España hasta su candidatura al Congreso por UP-IU.

Hoy es diputada por la coalición. Nos encontramos con ella entre dos actos de Unidad Popular. Sol se mueve rápidamente entre Asturias y Murcia para participar en las múltiples asambleas ciudadanas que se celebran estos días, mientras el país vive inmerso en un clima político extremo.

“El capitalismo es una de las formas económicas y culturales más destructivas”
 

“La Unidad Popular es el ejercicio de lo colectivo que busca una alternativa real pero compartida con muchos y muchas, para construir una sociedad más justa”


Mundo Obrero: Se habla mucho del acusado inmovilismo de buena parte de la sociedad española en estos tiempos de emergencia social. La parte más crítica o despierta de nuestra sociedad no acaba de comprender por qué el resto no se mueve encontrándose afectada por igual. La expresión “parece que no va con ellos” es algo que se repite, identificándola como un factor que impide a priori la organización contra las políticas de austeridad y de recortes. ¿Qué sucede? 

Sol Sánchez:
El sociólogo alemán Max Weber hablaba de clase de pertenencia y clase de referencia, explicando cómo a través de la colonización cultural, una persona en lugar de reconocerse dentro del grupo al que pertenece por sus intereses, sus problemas y perspectivas, lo que hace es tener un grupo de referencia distinto cuya observación termina por dirigir su vida, haciendo suyos los intereses de ese grupo y interiorizándolos como propios; craso error porque evidentemente sus intereses no son los de ese grupo de referencia.

Te voy a poner un ejemplo, un día paseando por Lavapiés en Madrid, escuché una conversación entre dos paisanos más o menos así: - “Pero tú ¿cuántos empresarios has visto de izquierdas?” – “Pues eso, lo que tienes que hacer es votar a la derecha que son los que te dan trabajo”.

Este es un ejemplo de cómo de confusa puede estar la gente con respecto a cuál es su propio interés, cuál es su grupo de pertenencia y cuáles son los intereses que puede defender de manera colectiva. Si una persona está pensando que ésa es una manera de actuar que le va a beneficiar, imagínate para llegar a convencerle de que reivindique sus derechos de manera colectiva con otras personas que tengan sus mismos problemas.

M.O.: ¿Dónde se produce la observación o contacto para provocar ese desplazamiento de intereses? Parece que la televisión, la sociedad del ocio y la información a la que estamos continuamente expuestos y expuestas son buenos candidatos.

S.S.:
Sí claro, la primera batalla perdida por la izquierda –y digo batalla que no la guerra porque no me pliego a eso- ha sido precisamente la batalla cultural. Nos han impuesto unos roles, unos estereotipos que culturalmente, ni siquiera se parecen a nosotros.

M.O.: Sin embargo, no es frecuente encontrar ese tipo de análisis de manera individual ni colectiva. Estos factores que inciden sobre las mayorías sociales no se tienen en cuenta por lo general, ni mucho menos se hace algo al respecto.

S.S.:
Se ha producido a lo largo de los últimos años una simplificación de muchísimas cosas, basadas además en premisas que han sido desechadas completamente por las ciencias sociales, por la psicología y las neurociencias; por ejemplo, el concepto de Homo œconomicus (homo económicus) donde se supone que evalúas lo que te conviene, lo que no te conviene, y tomas decisiones -de una manera más o menos automatizada- que son eficientes en términos económicos. Nada más lejos de la realidad, la psicología ya lo venía diciendo porque esa premisa la desechó hace más de cien años, y las neurociencias han demostrado empíricamente que el Homo œconomicus no existe como tal; sin embargo, sigue siendo uno de los parámetros sobre los que se construye toda la debacle absoluta del neoliberalismo económico que, además, es completamente suicida y carece de toda lógica desde el momento en el que no protege la propia vida y esquilma lo único que tenemos para sobrevivir, que es el planeta sin mirar atrás.

M.O.: Cuando hablamos de la incapacidad de la mayoría social para reconocerse a sí misma y organizarse ante las políticas de austeridad, llegando a defender los intereses de la élite en lugar de los propios, se hace evidente que son cuestiones muy serias para no estar en los debates y parece necesaria una lectura antropológica o sociológica, a riesgo de obviar factores que inciden de lleno en nuestra vidas.

S.S.:
Efectivamente, es necesaria una mirada antropológica seria, y también sociológica. Una estudiaría a la sociedad como tal y la otra, de una manera un poco más profunda, los símbolos y la cultura que subyacen a las propias sociedades. Tenemos unos condicionantes más o menos físicos, hay universales culturales pero la plasticidad de los seres humanos como especie está en su capacidad para construir sociedades, la capacidad para transmitir las diferentes culturas que tenemos y que construimos es lo que nos diferencia fundamentalmente de otras especies.

El capitalismo es, sin embargo, una de las formas económicas y culturales más destructivas que ha habido sobre la faz de la tierra. Además tiene la peligrosa singularidad de que no respeta lo necesario para que las sociedades que lo profesan se puedan reproducir y continuar, siendo autodestructivo; y eso es una particularidad que no se ha dado muchas veces en la historia de la humanidad. La gente que habla defendiendo el capitalismo como el sentido común, como si fuese la única vía posible, prescinden de todas estas evidencias que están encima de la mesa; nunca ha habido sociedades o culturas que hayan destruido con tanta fiereza lo que necesitan para seguir sobreviviendo. Ha habido muchos análisis desde los años sesenta sobre cómo el capitalismo ha acabado con el resto de formas de vida y cultura, cómo ha permeado hasta el último confín de la tierra, análisis realmente muy interesantes pero que, curiosamente, no son los que interesan ahora mismo hacer primar. Las grandes organizaciones internacionales están conduciendo la vida de todos, como el FMI o la Organización Mundial del Comercio.

M.O.: Todas estas cuestiones parecen no encajar a primera vista con la impresión generalizada que tenemos acerca de la información que manejamos, más con el uso de redes sociales, valoramos enormemente el acceso a la información pero es tanta y a tal velocidad, que cada vez es más frecuente compartir un enlace sin hacer clic en el contenido. ¿Realmente estamos informados o si es una sensación colectiva bastante cómoda?

S.S.:
Diferenciaría dos cosas, por un lado es cierto que todos estos procesos tienen dos patas básicas que son: simplificación y aceleración, digamos que no favorecen el pensamiento sosegado profundo, eso sí es un hándicap. Pero también debemos considerar la parte positiva, que es la capacidad de acceso a mucha información, otra cosa es que seamos capaces de procesarla.

Todo va como mucho más acelerado, eso unido a nuestros propios problemas como sociedad -carente de mucha información durante muchísimo tiempo- puede tener consecuencias difíciles de prever. Aunque parezca que estamos informados, a la vez es mucho más fácil manipularnos y eso, evidentemente, es muy peligroso.

M.O.: Contrasta igualmente aquello que nos repitieron hasta la saciedad de “la generación más preparada” con la realidad de la LOMCE, la situación de los y las interinas o la falta de acceso a estudios por motivos económicos. ¿La degradación del sistema educativo contribuye también a la indefensión de la ciudadanía?

S.S.:
Por supuesto, en el fondo todo pasa por la conciencia de uno mismo y de lo que le rodea, para ello es necesario tener la capacidad para analizar, que tengas las herramientas necesarias para el pensamiento crítico. Al poder le interesan bien poco los ciudadanos críticos y formados, eso está muy claro.

M.O.: Ante este orden de cosas y en un sentido amplio, ¿cuál sería el concepto al que se refiere la unidad popular?

S.S.:
La Unidad Popular es el ejercicio de lo colectivo que busca una alternativa real pero compartida con muchos y muchas, para construir una sociedad más justa, un ejercicio que pueda ser emancipatorio para las personas individualmente y que genere felicidad colectivamente.


Publicado en el Nº 294 de la edición impresa de Mundo Obrero marzo 2016